ANTHONY DE MELLO
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Diciembre 2023
«¿No vas a deseamos una feliz Navidad?»
El Maestro echó un vistazo al calendario, vio que era jueves y dijo: «Prefiero desearos un feliz jueves».
Aquello ofendió a los cristianos que había en el monasterio, hasta que el Maestro se explicó: «Son millones los que van a disfrutar, no el día de hoy, sino la Navidad; por eso su gozo es efímero. Pero, para aquellos que han aprendido a disfrutar el hoy, todos los días son Navidad».
Anthony de Mello
Un minuto para el absurdo
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Noviembre 2023
Un experto en arte pronunciaba una conferencia en el monasterio.
«El arte», decía, «se encuentra en los museos, pero la belleza se halla por doquier: en el aire, en la tierra, en todas partes, a disposición de todos… y sin nombre de ninguna clase».
«Exactamente igual que la espiritualidad», dijo el Maestro al día siguiente, cuando estuvo a solas con sus discípulos. «Sus símbolos se encuentran en ese museo que llamamos ‘templo’, pero su sustancia se halla en todas partes, a disposición de todos, sin que nadie la reconozca y sin nombre de ninguna clase».
Anthony de Mello
Un minuto para el absurdo
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El Maestro no era muy dado a las prácticas piadosas.
Y cuando alguien le preguntó la razón de ello, respondió:
«Los rayos de la lámpara se pierden cuando ésta se halla junto al sol; aún el templo más grandioso parece minúsculo a los pies del Himalaya».
Anthony de Mello
Un minuto para el absurdo
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«La principal razón por la que las personas no son felices es porque se complacen insanamente en sus sufrimientos», dijo el Maestro.
Y contó cómo, viajando él cierta noche en la litera superior de un vagón de ferrocarril, le era imposible conciliar el sueño, porque en la litera inferior había una mujer que no dejaba de gemir:
«iQué sed tengo, Dios mío, qué sed tengo…!»
Una y otra vez se oía aquella lastimera voz, hasta que, finalmente, el Maestro descendió sigilosamente por la escalerilla, salió del departamento, recorrió todo el pasillo del vagón hasta llegar a los servicios, llenó de agua dos grandes vasos de papel, regresó con ellos y se los dio a la atormentada mujer:
«iAquí tiene, señora: agua!»
«Muchas gracias, señor. Dios le bendiga…»
El Maestro volvió a su litera, se acomodó en ella… y a punto estaba de conciliar el sueño cuando, de pronto, oyó de nuevo la lastimera voz:
«iQué sed tenía, Dios mío, qué sed tenía…!».
Anthony de Mello
Un minuto para el absurdo
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EL PERDÓN
«Mi vida es como un cristal hecho pedazos»,
dijo el visitante. «Mi alma está corrompida
por el mal. . . ¿Puedo tener alguna esperanza?»
«Sí», dijo el Maestro. «Hay algo con lo
que se repara cualquier cosa rota y se limpia
cualquier mancha».
« ¿Y qué es ?»
«El perdón».
« ¿Y a quién he de perdonar?»
«A todos:
a la vida,
a Dios,
a tu prójimo…
y, sobre todo, a ti mismo».
« ¿Y cómo se hace ?»
«Comprendiendo que no hay que culpar a nadie», dijo el Maestro, «A NADIE».
Anthony de Mello
Un minuto para el absurdo
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«La gente no está dispuesta a renunciar a sus celos y preocupaciones, a sus resentimientos y culpabilidades, porque estas emociones negativas, con sus ‘punzadas’, les dan la sensación de estar vivos», dijo el Maestro.
Y puso este ejemplo:
«Un cartero se metió con su bicicleta por un prado, a fin de atajar. A mitad de camino, un toro se fijó en él y se puso a perseguirlo. Finalmente, y después de pasar muchos apuros, el hombre consiguió ponerse a salvo.
«Casi te agarra, ¿eh?», le dijo alguien que había observado lo ocurrido.
«Sí», respondió el cartero, «como todos los días».
Anthony de Mello
Un minuto para el absurdo
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«Una buena manera de descubrir tus defectos -dijo el Maestro- consiste en observar qué es lo que te irrita de los demás».
Y contó cómo su mujer, que había dejado una caja de bombones en el estante de la cocina, descubrió una hora más tarde que la caja pesaba bastante menos: todos los bombones de la capa inferior habían desaparecido y habían ido a parar a una bolsa de papel que se encontraba encima de las pertenencias de la nueva cocinera. Para no poner a ésta en una situación enojosa, la bondadosa mujer del Maestro, volvió a colocar los bombones en la caja y guardó ésta en una alacena, a fin de evitar posibles tentaciones.
Después de la cena, la cocinera anunció que dejaba su trabajo aquella misma noche.
«¿Por qué? ¿Qué sucede?», preguntó el Maestro.
«No quiero trabajar para personas que roban», fue su desafiante respuesta.
Anthony de Mello
Un minuto para el absurdo
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A un recién llegado al monasterio le dijo un discípulo más veterano: «Debo advertirte que no entenderás ni palabra de lo que diga el Maestro si no tienes la disposición apropiada».
«¿Y cuál es la disposición apropiada?»
«La de un estudiante que quiere aprender un idioma extranjero. Las palabras que el Maestro pronuncia te resultan familiares, pero no las comprendes: tienen un significado totalmente desconocido».
Anthony de Mello
Un minuto para el absurdo
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«En realidad, hay dos tipos de seres humanos: los fariseos y los publicanos», dijo el Maestro después de leer la parábola de Jesús.
«¿Y cómo se reconoce a los fariseos?»
«Es muy sencillo: son los que hacen la clasificación», respondió el Maestro.
Anthony de Mello
Un minuto para el absurdo
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Preguntó el predicador santurrón:
«¿Cuál es, a tu juicio, el mayor pecado del mundo?».
«El de quien ve a los demás seres humanos como pecadores», respondió el Maestro.
Anthony de Mello
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Un discípulo sentía tal veneración por el Maestro que le miraba como si fuera el mismo Dios encarnado.
«Dime, oh Maestro», le dijo en cierta ocasión, «¿por qué viniste a este mundo?».
«Para enseñar a los necios como tú a que dejen de malgastar su tiempo en rendir culto a los Maestros», fue su respuesta.
Anthony de Mello
Un minuto para el absurdo
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En la fiesta de cumpleaños del Maestro, un discípulo se negó en redondo a beber ni siquiera un vaso de vino.
Mientras deambulaba por la sala, tropezó con el Maestro, el cual le hizo un guiño y le susurró: «Todavía tienes algunas cosas interesantes que aprender, mi querido amigo».
«¿Cuál, por ejemplo?»
«Por ejemplo, ésta: podrías rociar con vino la esterilla que empleas para orar, y todavía seguiría empapada de Dios».
Anthony de Mello
Un minuto para el absurdo
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«¿Cuál es el secreto de tu serenidad?», preguntó el discípulo.
«Cooperar incondicionalmente con lo inevitable», respondió el Maestro.
Anthony de Mello
Un minuto para el absurdo
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TONOS SOLEMNES…
«Ese hombre no dice más que cosas absurdas», dijo el visitante tras oír hablar al Maestro.
«Tú también dirías cosas absurdas -le dijo un discípulo- si trataras de expresar lo Inexpresable».
Cuando el visitante tuvo ocasión de decírselo al propio Maestro en persona, éste se limitó a replicarle: «Nadie está libre de decir cosas absurdas. Lo malo es decirlas en tono solemne».
Anthony de Mello
Un minuto para el absurdo
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“La divisoria de tu vida se produce no cuando comprendes que amas a Dios, sino cuando entiendes que Dios te ama a ti, incondicionalmente.”
Tony de Mello
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